En relación a la decisión Soy profesor, ¿creo un curso MOOC? esta es una opinión de José Lázaro

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Esta es mi opinión de experto

Sí, los cursos en línea masivos y abiertos pueden llegar a ser un nuevo medio de difusión del saber que, junto con otros recursos de internet, quizá permitan dar un salto comparable al que supuso la imprenta frente a los copistas de manuscritos medievales.

Todos hemos oído muchas veces las justas quejas sobre el grave daño que internet le está haciendo a la cultura: la facilidad con que pueden reproducirse el cine, la música y los libros ha dado lugar a su multiplicación exponencial. El resultado es la violación masiva de los derechos de autor: hoy cualquier ciudadano del cibermundo dispone de una biblioteca, una discoteca y una filmoteca universales, ofrecidas gratuitamente por todo tipo de webs legales e ilegales. Cualquiera puede acceder a cualquier cosa que le interese escuchar, ver o leer, pagando antes su precio o bien saltándose el pago a la torera. La frontera entre descargas legales e ilegales ya no es fácil de controlar, por lo que queda al arbitrio de cada gobierno proteger los derechos de autor sobre obras digitalizadas con sanciones legales muy duras, moderadas o nulas.
 
Más allá de los controles legales se sitúa la ética personal de cada ciudadano. El resultado no era difícil de prever: pocas descargas ilegales en países nórdicos, germánicos y anglosajones; muchas, muchísimas en países mediterráneos, latinoamericanos, tercermundistas... Pero la angustia de los músicos, escritores y cineastas que ven desaparecer sus ingresos tradicionales (la exhibición en locales de pago y la venta en soportes físicos de sus obras) está empezando a ser atenuada por el descubrimiento de nuevas fuentes de ingresos. Hay músicos modestos que antes no lograban ver publicados sus discos y ahora, tras colgar sus canciones libremente en internet, empiezan a ser escuchados y —en el mejor de los casos— invitados a dar conciertos en directo que les ofrecen su primera ocasión de profesionalizarse.
 
La autora del infumable best-seller sobre las sombras de Grey empezó publicando su engendro en una página web y fue el éxito obtenido lo que le abrió la posibilidad de hacerse millonaria. Siempre que un modelo de negocio empieza a agonizar hay otros que comienzan a florecer: es una de las cosas que tienen en común las profesiones y las empresas con los vegetales y los animales (incluidos nosotros).
 
Los nuevos cursos en línea masivos y abiertos pueden ser entendidos como la versión pedagógica de las nuevas tecnologías de difusión de películas, libros y música. Como ellas, ofrecen nuevas posibilidades a creadores y público, a la vez que destruyen muchas de las que había. Las viejas instituciones (buenas y malas) que organizaban cursos, cobraban la matrícula al alumnado y pagaban a los profesores se ven amenazadas por otras instituciones (académicas y empresariales) que ofrecen gratuitamente cursos de libre acceso y, como es lógico, tienen que financiarse de otra manera. En esa nueva forma de circular el dinero, como siempre, unos saldrán ganando y otros perdiendo. La ventaja que tienen las nuevas tecnologías es que permiten ofrecer a todos los ciudadanos un acceso universal a la cultura sin costes directos para el que la disfruta.
 
El problema que plantean es que los ingresos (directos e indirectos) circulan a partir de ahí por vías tan nuevas como las tecnologías que los posibilitan: desde formas insólitas de publicidad hasta beneficios derivados del tratamiento informático de enormes masas de datos sobre cualquier consumidor. El desafío consiste en que los gigantescos beneficios que llegan a nuevas (y viejas) empresas por estas nuevas vías se distribuyan equitativamente y no terminen (como casi siempre) en una retribución mínima de quienes trabajan y crean con un gigantesco lucro de los intermediarios que canalizan sus creaciones. Pero el hecho es que, al margen del complejo problema económico que esto plantea, las nuevas tecnologías que difunden la cultura sin necesidad de un soporte físico para cada obra ofrecen, por primera vez en la historia, la posibilidad de que todo interesado en la literatura, la música o el conocimiento pueda acceder a cualquier obra que le interese en cualquier momento y desde cualquier punto del planeta que tenga conexión a internet.

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