En relación a la decisión ¿Apoyar la legalización de las drogas? esta es una opinión de José Luis González Quirós

Imagen de José Luis González Quirós
3 votos

Esta es mi opinión de experto

Sí, sin duda: no es lógico que el Estado tenga la capacidad de limitar la libertad moral de los individuos, dentro de la cual está, como es obvio, consumir estupefacientes, del mismo modo que lo está fumar, beber o el practicar deportes de riesgo, actividades no muy recomendables, pero legales.

Los Estados tiene propensión a extralimitarse porque sacan beneficios políticos de esos excesos. Así, el prohibicionismo político cumple una función “moralizadora”, fortalece el poder de las autoridades públicas, y permite que haya un coeficiente de arbitrariedad en la legislación que siempre es muy apreciado por quienes gobiernan. Además, de la prohibición surgen pingües negocios porque el precio de la droga se multiplica de manera exponencial y eso favorece muchos negocios ilegales y otros muchos legales, desde el poder de los jueces y la policía hasta los intereses de las empresas que venden helicópteros para mejor combatir la droga en los mercados de origen.
 
En general, la prohibición de la droga se basa en argumentos de carácter sanitario, pero es que esos argumentos son débiles y constituyen restos de privilegios corporativos, en este caso de la clase médica, que, seriamente hablando, no tienen mayor justificación. Es evidente que la automedicación tiene sus riesgos pero hay muchas formas de informarse como para que pueda sostenerse en serio que un determinado profesional colegiado tiene que autorizarme para que pueda ingerir un medicamento que, supuestamente, no me conviene o puede perjudicarme. El Estado, en su selvática complejidad se reserva el derecho de tutelar mi salud, y en base a ese derecho se prohíbe la droga.
 
La discusión sobre el sentido de esa prohibición es, pues, una discusión sobre si el Estado, los demás, tienen derecho indiscutible e ilimitado a limitar arbitrariamente mi conducta, aunque ese derecho se apoye siempre, en la práctica, en un amplio consenso social, porque no hay nada que le guste tanto a la gente como impedir que otros puedan hacer cosas que a ellos no les gustan que impedir la libertad ajena. Sobre la droga, y lo dice un abstemio impenitente, se ha producido una infinita literatura que la ha presentado como un mal sin mezcla de bien alguno, que es justamente lo que se ha de hacer siempre que se quiera cercenar una libertad, imponerse a otros. Sin embargo, una somera reflexión nos lleva a ver que es una pura arbitrariedad que determinadas sustancias estén prohibidas, mientras que otras, no menos dañinas, circulan con normalidad. Se trata de una conducta muy frecuente, así, en determinados lugares, se predica la libertad de pensamiento, aunque se cercena en la práctica, si bien nunca con ese nombre, y se prohíben, a cambio, las corridas de toros, por ejemplo. Siempre se trata de moralizar a costa de los demás y la droga es perfecta para eso. La verdadera cuestión en relación con el uso de las drogas es de naturaleza política, no sanitaria, a parte de que las cuestiones sanitarias también son políticas, por supuesto.
 
No me cabe duda de que el consumo inmoderado de droga es poco recomendable, pero estoy convencido de que la manera de combatir ese hábito no puede ser la coerción sino la buena educación y el respeto a la libertad ajena. El Estado puede y debe imponer reglas de convivencia y de justicia, pero no debiera haberse adentrado en el pantanoso terreno de la salud, en el ámbito de la libertad individual, que debería ser sagrado. No es de ahora que lo haga. Lo que es de ahora es el tipo de campos en que se fija para mostrarnos su poder omnímodo: antes eran otros, pero siempre los ha habido y la lucha por la libertad y por la democracia no debiera detenerse con tan magros motivos. La tendencia de los Estados a crecer es, inevitablemente, una tendencia a sobrelegitimarse y a extender sus redes de control: la salud se ha convertido en un terreno que el Estado reclama para sí no por el afán de hacer el bien, sino por el de extender sus ataduras.
 
Naturalmente, esta operación, como cualquier otra, no podría hacerse sin el auxilio de poderosos aliados, sin el apoyo unánime de los enemigos de la libertad, de la gente que siempre está dispuesta a comprar una especie de felicidad a cambio de la resignación.

Comentarios
Imagen de José Lázaro
Martes, 03 de Septiembre de 2013 a las 11:25

Excelente reflexión la del profesor González Quirós: aunque pienso que el mejor homenaje posible a cualquier argumento es ofrecerle otros opuestos, en este caso no se me ocurre la manera de llevarle la contraria.

×

Para poder participar debes ser usuario de Dontknow

Cargando...
×