En relación a la decisión ¿Evitar que los niños usen dispositivos tecnológicos? esta es una opinión de José Luis González Quirós

Imagen de José Luis González Quirós

Esta es mi opinión de experto

Aunque la respuesta lógica sería un no, voy a defender el sí de manera retórica para reformular la pregunta. Un niño es alguien que no debiera tomar decisiones por sí mismo, si puede, y no digamos si debe hacerlo, ya no es un niño. Esto quiere decir que son los padres quienes deben decidir.

 
Las tecnologías son posibilidades y, como tales, aumentan el panorama a nuestra disposición, lo que nos obliga a escoger, a decidir. Cualquier tecnología que no cumpla esa función es peligrosa, porque nos privaría de lo que es esencialmente humano, la deliberación, la libertad, la inteligencia al escoger. Los niños, en tanto lo sean, no están en condiciones de decidir casi nada de lo que se refiere a su vida y son los padres quienes han de decidir por ellos, eso es lo que se llama educar, llevar hacia algo hasta que ese algo sea apetecible y nos atraiga por sí mismo.
 
También en este asunto de las tecnologías debieran decidir los padres, sin dejar que sea la mera presión social y la propaganda quien arrastre al niño a ir a la moda, o a invertir tiempo en cosas inútiles, entontecedoras o peligrosas. Dicho esto, es evidente que las tecnologías de uso común son perfectamente aptas para que los niños aprendan y se enriquezcan, tanto los ordenadores, como los teléfonos inteligentes, las tabletas, y un sinfín de aparatos por el estilo. Existe el riesgo de que los niños puedan quedar cautivos de algunas aplicaciones o actividades, y los padres deberán estar al tanto para intervenir encauzando correctamente la atención y el interés de sus hijos, lo mismo que deberían hacerlo si el niño no hiciese otra cosa que leer, o no fuese capaz de jugar con los amigos o de hacer ejercicio físico y deporte. Pero con esa precaución elemental, no hay nada especial que temer de la tecnología. Servirá para despertar la inteligencia y la curiosidad de los niños, especialmente si se sabe actuar de modo que esa actividad les ayude a cultivar sus aficiones y cualidades, a aprender, a jugar, a divertirse y a participar.
 
En realidad, tener alguna prevención a que los niños empleen tecnologías digitales sería tan absurdo como tener miedo a que usen lápiz y papel, o a que emborronen hojas mientras aprenden a leer, a escribir y a dibujar. Una precaución específica que habrá que tener es la de evitar que los niños se acostumbren a hacer que los aparatos lo hagan todo por ellos, a fomentar su pasividad, como puede pasar, especialmente, con la televisión. Es fácil evitarlo hablando con ellos haciéndoles preguntas sobre lo que han hecho o han visto, poniéndoles objetivos o enseñándoles a hacer cosas más difíciles que las meramente pasivas. En esto los niños no son distintos de las personas mayores y hay que evitarles lo que también tendríamos que evitar los demás.
 
Las tecnologías son invenciones de gran complejidad, por mucho que su uso tienda a simplificarse para el gran público, y una cosas esencial que han de hacer los padres es ayudar a sus hijos a entender qué hacen los sistemas que manejan y cómo lo hacen, para que sean capaces de distinguir el instrumento que usan de la realidad a que se refiere, para que el uso de la tecnología sirva para poner en marcha nuestra mejor cualidad, la capacidad de pensar, de hacer preguntas y de tomar decisiones inteligentes. Adoptar una actitud prohibicionista en relación con el uso de tecnologías a nuestros hijos puede causarles mayores males que los que se pretendan evitar. El mundo humano es un mundo histórico y tecnológico y será absurdo privar a nuestros hijo de vivir desde el principio conforme al sistema de posibilidades que les ofrece el tiempo en el que van a vivir.

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