En relación a la decisión ¿Expresar mi ideología en redes sociales? esta es una opinión de José Luis González Quirós
- José Luis González Quirós
- Filósofo y analista político
Esta es mi opinión de experto
Entiendo que las redes sociales están para intercambiar información y argumentos de la manera más objetiva, universal y neutra posible. ya sé que no se puede prescindir de la propia ideología, pero entiendo que hay que hacer un esfuerzo para comunicar con la mayor universalidad posible.
Muchas personas piensan que las redes sociales son cuadriláteros de boxeo, pero yo preferiría que fuesen otra cosa, y, a veces, lo son. Si por comunicar nuestra ideología se entiende hacer un uso militante de las redes sociales, entiendo que no se puede evitar, pero me abstendré de recomendarlo. En el mundo abundan mucho más los convencidos que los razonables, y habría que intentar que el desequilibrio se redujera un poco, razonar más, hablar más, poner menos calificativos y ser un poco menos activistas no nos vendría mal. Hay gente que hace del activismo su razón de ser, e incluso su modo de vida, y los respeto, pero no es mi vocación ni creo que tenga que serlo de la mayoría.
Vivimos en sociedades suficientemente complejas en las que no faltan argumentos para escoger y sopesar, y es muy necesario tratar de conseguir unas relaciones sociales más reflexivas, serenas y tendentes a la tolerancia. A veces pienso que proponer esto en España es predicar en el desierto. Hay que ver cómo se ponen las colas de comentarios tras cualquier opinión en un medio digital, predomina el insulto, el argumento grosero y la vehemencia verbal. Yo no creo que eso sea ideología, es simple y pura intolerancia, y mala educación, pero me temo que al recomendar a la gente que muestre su ideología se puede estar invitando a la agresividad, y yo creo que hay que invitar a todo lo contrario, a un escepticismo moderado y tolerante. Recuerdo que en una ocasión el presidente del Barça, Joan Gaspart por aquella época, invitó a los socios del equipo a que manifestasen su opinión ante la visita a la catedral del barcelonismo de un ex-jugador que se había atrevido a fichar por el Real Madrid, y, como es lógico, se organizó una verdadera zapatiesta.
Esto es lo que muchos entienden por manifestar su ideología, avasallar, gritar, lanzar cuantos más y más fuertes improperios, y yo soy completamente contrario a eso. Me gusta mucho el debate, y trato siempre que puedo de ser incisivo, pero no creo que el arte de convencer pueda consistir en repetir una y otra vez las razones que el adversario ya conoce de sobra y, por los motivos que sea, no aprecia tanto como nos gustaría. ¿Es que ya no hay nada que hablar con esas personas? Pues claro que hay que hablar, pero hay que hacerlo, o procurar hacerlo, sin dar por supuesto que tenemos toda la razón, y que los que no piensan como nosotros son unos canallas, unos desalmados o unos delincuentes que merecen el maltrato de palabra, y penas aún peores. Creo que las redes sociales debieran servir para otra cosa que para gritar y repetirse, pero me temo que costará mucho conseguirlo. Es claro que aun en las cosas más aparentemente objetivas que podamos decir se estarán entrometiendo nuestras convicciones y nuestros prejuicios, además de nuestros intereses, pero no es menos evidente que hay muchas formas de minimizar esas limitaciones, de intentar un cierto grado de sutileza, de tratar de analizar un problema de manera no habitual, y que hacer eso es lo que realmente nos ayuda a pensar, a aprender, a ser algo menos aldeanos y prisioneros de prejuicios que nunca podemos evitar del todo.
Precisamente por eso hay que valorar la propensión a escuchar, el respeto, el esfuerzo en la objetividad. La politización que padecemos no ayuda precisamente a lograrlo, y esa sensación general de malestar que tanta gente tiene, debido a la dureza y duración de la crisis económica en la que estamos inmersos, tampoco ayuda a hacer florituras verbales, pero hay que esforzarse por abandonar el campo de batalla y entrar en un civilizado salón de debates. En España, en particular, hay muy escasa costumbre de leer, pensar y debatir. Decía Manuel Azaña que la mejor manera de guardar un secreto entre españoles era publicar un libro, tal vez exageraba, pero es evidente que tenemos que mejorar en capacidad de debate y diálogo y que, para eso, es mejor dejar, aunque sea por un momento, y en tanto podamos, nuestras ideologías en la nevera.