En relación a la decisión ¿Ser generoso más que solidario? esta es una opinión de Beltrán Villegas Mathieu

Imagen de Beltrán Villegas Mathieu

Esta es la opinión del experto

Se podría considerar que la generosidad está contenida en lo que este autor considera como "caridad". Para el autor, esta cualidad humana es una expresión irreductible de cómo las personas deben considerar a los otros, en igualdad de condiciones.

El autor destaca que la palabra “caridad” no tiene muy buena fama pues se la usa en referencia a un tipo de “amor” determinado. A su juicio, se le vincula erróneamente a la limosna, y por tanto, es fácilmente considerada como un “accesorio” de poca monta y sin real gravitación en la estructura ética normal de la gente. A lo más se le atribuye el papel de “rellenar los vacíos” que suele dejar incluso la mejor de las institucionalidades.
 
Pero el experto recuerda que “caridad” viene del latín “caritas”, que es el sustantivo abstracto que designaba la cualidad de las cosas o personas consideradas “caras”, es decir, de alto precio o valor. En su uso primario y más común se refería a la “carestía”, es decir, al alto precio que en un momento dado adquirían las cosas necesarias, haciéndolas “caras”. Pero también se podía usar “caritas”, por ampliación, para designar la actitud subjetiva que se adopta frente a las cosas o personas “caras”, reconociéndoles su alto precio o valor: podríamos decir que, en este segundo uso derivado, equivalía a “aprecio”.
 
“Es imposible tener una mayor evidencia de que el judaísmo y sobre todo el cristianismo tuvieron una aguda conciencia de estar hablando de una nueva forma o tipo de amor, irreductible a las que había conocido y celebrado el mundo griego, especialmente a la especie de amor que se expresaba con el término “eros””, destaca y agrega que “en la consideración de que este “prójimo” tiene el mismo valor que uno mismo y que su existencia es tan autónoma como la de uno, por lo que no se puede pensar que él esté ahí en función de uno ni cabe valorarlo a la luz de lo que él es para uno. El prójimo es “otro”, pero su “otredad” es tan digna de estimación como eso que hace de mí un Yo provisto de una “dignidad” que ninguna “cosa” posee”.
 
Agrega que la consecuencia es que uno tiene que tratar a este prójimo tal como uno desea que los demás lo traten a uno: no como un “objeto” o un “medio”, sino como persona libre y autónoma. Para él todo este sentimiento de amor hacia el prójimo, encierra la palabra caridad. Por tanto, a su juicio, no puede llamar la atención que la iglesia cristiana, desde sus primerísimos años, haya visto en el amor (“agápe”) —y concretamente en el amor al prójimo— el resumen de toda la ética cristiana.
 

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