Todos tenemos una o varias identidades colectivas: por nuestro lugar de nacimiento, lengua materna, costumbres, religión, preferencias políticas, deportivas, etc. Los nexos de unión entre quienes forman esa identidad colectiva pueden ser imágenes, símbolos, banderas, himnos, y otros.
Pero en ocasiones la unidad se cimenta en un enemigo común, real o imaginario, que aglutina fuertemente a las personas entre sí. La decisión consiste en aceptar o no, integrarnos sobre la base de ese posible enemigo.
A lo largo de la historia de la humanidad han surgido muchas alianzas entre grupos dispares, para luchar contra un enemigo común. Varias personas o pueblos que no tengan otros lazos de unión entre sí, pueden llegar a unirse para poder vencer a un enemigo. La oposición a otro que nos amenaza es una gran motivación para unir fuerzas, pero si ese enemigo no es real o desaparece, se desintegra inmediatamente la unión entre las personas. Y puede suceder también que la población se precipite en violencia o guerra, motivada por ese temor al enemigo.
2 opiniones argumentadas
- Leticia Soberón
- Doctora en comunicación social - redes
- Jorge Ubeda
- Doctor en Filosofía